Siempre que se detiene a una
célula yihadista hay un componente del perfil de los terroristas que me llama
mucho la atención. Este componente se encuentra en los terroristas de las
torres gemelas de Nueva York, del atentado
de Madrid, del de Londres, Boston o recientemente de los terroristas que
atacan en Francia y es su relación con la religión. Generalmente son jóvenes
que nunca han tenido un sentimiento religioso
importante por el islam ni por otra religión justo hasta hacerse
terrorista. Es decir, se hacen religiosos y terroristas a la misma vez y de
manera directa y estrechamente ligada. La mayoría de ellos no han vivido en
ambientes familiares excesivamente religiosos ni han tenido una educación
paternal en este sentido. Muchos suelen mostrar durante su vida una
indiferencia por la religión que al menos resulta paradójica para lo que después
va a suponer para ellos. Esta situación se repite en los detenidos hace unos
día en Barcelona, donde 5 de ellos se habían convertido al islam sin tener
previamente experiencia ni relación con esta religión y el cabecilla era además
español.
¿Qué significa para estos terroristas la religión? ¿Por qué esa relación
tan estrecha entre “encontrar la fe” y querer matar y morir por ella? ¿Por qué
se acercan a un tipo o a una interpretación religiosa extrema y fanática?
Para la mayoría de las personas que tienen un sentimiento religioso
practicante, seas cual sea la religión escogida, ésta les sirve como una guía,
como una forma de vivir y de entender la vida. La religión le ofrece un sentido
y una identidad.
En los terroristas todo esto que ofrece la religión se ve supeditado y
condicionado por el hecho de tener que actuar violentamente contra unos
enemigos. Es precisamente este elemento el que resulta crucial desde mi punto
de vista. Lo que le permite y autoriza
al terrorista yihadista este tipo de interpretación del islam frente a
cualquier otra religión es la “guerra”, el uso de la fuerza y la violencia. Se
acercan entonces al islam para encontrar no a un dios sino a la violencia. Es en cierta forma, su “licencia
para matar”. Al igual que los hooligans se acercan al futbol para poder
descargar su violencia, estas personas se acercan también a un contexto que le
permita expresar su furia y agresividad.
Pero, ¿Qué hace además tan atractivo para algunas personas esta forma
de asociacionismo terrorista? Siguiendo el símil de los hooligans o cualquier
otro fenómeno grupal violento como las
pandillas, el individuo que se une a un grupo violento obtiene ciertas cosas
que busca y que no puede conseguir de forma individual. En primer lugar, una
identidad o pertenencia. Pasa de ser un individuo aislado, solitario y sin
sentido a ser un miembro, una parte de algo mayor. Ya nunca volverá a estar ni
a sentirse solo. En relación con esto, la pertenencia se acentúa porque además
existe un enemigo. Todos los que no son del grupo se convierten en enemigos.
Otro beneficio es la seguridad, el grupo le protege y cuida, lo que le
hace sentirse protegido y querido. Pertenecer al grupo le proporciona un sentido,
una explicación a su vida y una meta a la que dirigirse. Aquí es donde se
introduce el elemento importante y diferenciador, el uso de la violencia como
medio, como instrumento para obtener los objetivos del grupo. Obteniendo todo esto y siguiendo la pirámide
de necesidades de Maslow, la persona tendría muchas necesidades humanas básicas
cubiertas.
Estas personas no quieren un grupo de catequesis, el cual le podría
ofrecer todo lo anterior, necesitan un grupo que le explique por qué su vida es
tan mala como es, que le identifique un enemigo, un culpable de sus problemas y
le permita expresarse de forma violenta.
Hace unos años oí a un hooligan de 18 años decir “lo que más me gusta
es oír el cráneo de un tío cuando lo golpeo con mi barra de hierro”. A este joven,
el deporte o su equipo de futbol realmente le trae sin cuidado, lo que realmente
necesita es un contexto que le permita expresar su agresividad.
Evidentemente, el fenómeno terrorista y el yihadismo son mucho más
complejos y no sería acertado tratar de
reducirlo todo a esto. Sin embargo, pienso que el enfoque religioso de este
fenómeno suele estar sobrestimado en muchas ocasiones y que es necesario
ampliar la visión y la búsqueda de
estrategias preventivas centrándonos en qué buscan las personas que se unen a
estos grupos, en cómo se forja el odio y la sed de venganza que tratan de
expresar y cómo canalizan sus frustraciones por medios violentos.
Al fin y al cabo, aunque la comparación con el fenómeno hoolingans
pueda parecer desproporcionada, me gustaría saber a dónde hubieran llegado los
hinchas radicales que dispararon hace unos días al autobús del fenerbahce si hubieran
tenido dinero saudí para comprar algo más que una escopeta de caza o si alguno
de ellos hubiera sido el conductor del autobús.
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