Los beneficios
de la colaboración entre la seguridad privada y la Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado se fundamental en un concepto muy básico: la Seguridad
Global, un término que aglutina por un lado, a todos los sectores dedicados al
ámbito de la seguridad, y por otro trata de hacer frente a todas las amenazas que
esa seguridad sufre. Dichas amenazas son cada vez más
complejas y globales. Como consecuencia de ello, la gestión de esa seguridad, como
derecho fundamental de los ciudadanos, debe transformarse. Este planteamiento
ya en sí mismo supone una ventaja porque va a generar una corriente de
evolución que culminará con un enfoque colaborativo en vez de competitivo.
Hay que tener en cuenta que, aunque estamos hablando de
instituciones dedicadas a un mismo objetivo, velar por la seguridad, las
instituciones públicas y privadas tienen matices y contrastes distintivos que
podrían no hacer fácil esta colaboración. El objetivo de la seguridad privada
es proteger al cliente que le paga y, en buena medida, bajo las condiciones de
provisión que éste pide. De ello depende su viabilidad como empresa. Por otro
lado, el objetivo de la seguridad pública es servir al interés colectivo. Está
generada por el poder del estado para salvaguardar derechos que se consideran
fundamentales para la sociedad. El cliente del sector privado, tiene más bien
un perfil corporativo. El del sector público es el ciudadano individual, aunque
no sólo. La calidad del servicio privado la evalúa directamente el mercado, la
del servicio público la valora el ciudadano. El sector privado tiene una fuerte
conexión con la tecnología y la innovación, mientras que el público las va
incorporando a un ritmo inferior a verse más limitado por cuestiones
presupuestarias. Es precisamente esta limitación económica una muestra del
beneficio de la colaboración, ya que la seguridad pública otorga más espacio de
actuación a la privada en pro de una repartición de costes económicos. En este
caso, la entrada del sector privado hace que los costes de seguridad no se
repercutan exclusivamente en las arcas públicas. Como comentábamos antes, la seguridad privada amplía su
contexto de actividad y esto posibilita el desarrollo de este sector. En los
últimos años, el sector privado ha empezado a hacerse cargo de espacios que
inicialmente estaban reservados a la seguridad pública como son la vigilancia
de edificios públicos, aeropuertos, prisiones e infraestructuras críticas.
Esta colaboración se mantiene y desarrolla porque ambos actores obtienen
beneficio de esa relación. La seguridad pública se beneficia de la
capacidad de vigilancia e información que le proporciona la seguridad privada. Esta
colaboración también le permite contener los costes de la seguridad y
concentrar recursos en ciertas funciones que la Policía considera centrales al
liberar recursos de otras que percibe como más rutinarias, es decir, se
optimizan recursos. Su relación con el sector privado también amplía las
salidas profesionales de numerosos ex-agentes. Los policías que dejan el Cuerpo
y pasan al sector de la seguridad privada y, sobre todo, los que se
reconvierten en directores de seguridad son numerosos.
El
sector privado también, por su parte, obtiene ventajas del modelo de
relaciones. En primer lugar, el Estado es un cliente importante para él. Supone
un cuarto de su facturación total. La seguridad privada participa en servicios
de seguridad importantes como los controles en los aeropuertos, estaciones
marítimas, infraestructuras críticas. Su cesión supone un salto significativo
en las fronteras entre la seguridad pública y la privada. Otra ventaja es que
el Estado proporciona un marco adecuado para la actividad privada, no sólo en
términos de establecer unas reglas de juego, sino también de proporcionar un
marco seguro en relación a ciertos problemas de seguridad. Uno de los elementos
que más valora el sector privado de su relación con la seguridad pública ha
sido los mecanismos que está última ha desarrollado para mejorar la
profesionalización y los niveles de calidad del servicio privado, luchando
además contra el intrusismo.
El
trasvase de información también es un elemento destacable de esta colaboración,
en este caso la seguridad privada accede a información facilitada por las FCSE
a la que nunca podría acceder en muchos casos. Esto le permite también
optimizar sus resultados y poder realizar mejor su trabajo. En relación con
esto y teniendo en cuenta la última ventaja comentada respecto al sector
público, los vínculos con la Policía que aportan los ex-agentes que pasan al
sector privado, y que se mantienen, tienen diferentes tipos de utilidad para el
sector privado. El mayor es que los contactos para temas administrativos son
más fluidos, pero también lo son a la hora de pedir el apoyo de la Policía ante
una eventualidad, o de intercambiar información.
Pero,
además del beneficio entre colaboradores, existe un enorme beneficio que
obtienen (que obtenemos) los ciudadanos a partir de la existencia de esa
colaboración pública-privada. Posiblemente la principal sea que las une en un
inicio. La mejora de la seguridad ante el
panorama
de riesgos y amenazas actuales hace que dicha colaboración sea indispensable.
Sin esta colaboración estamos seguros de que nuestra sociedad está avoca a sufrir
amenazas que se concreten en ataques con resultado de daños personales y
patrimoniales, sufrimientos y calamidades indeseadas. El terrorismo de corte
islamista que estamos sufriendo en los últimos años es un ejemplo referente de
este tipo de amenazas que, por sus características, requiere de la colaboración
policial internacional y de una sólida estructura coordinada de seguridad
interior. No debe olvidarse que desde el 26 junio de 2.015, España se encuentra
en el NAA 4, ALTO conforme con el Plan de
Prevención y Protección Antiterrorista. Esto implica un aumento de las medidas de
seguridad públicas y privadas al servicio de la prevención y la reacción ante
ataques terroristas. Hay que tener en cuenta que, por el contexto de trabajo de
la seguridad privada y por los objetivos seleccionados por este tipo de
terrorismo, es muy posible que personal de seguridad privada sean los primeros
respondientes en un atentado terrorista, factor por el cual deben tener un
papel protagonista.
Por
otro lado, la aportación de la seguridad privada incide en el incremento del
esfuerzo para el delincuente y en el desarrollo de guardianes desde el enfoque
del delito de Cohen y Felson. Esto conlleva consecuencias
respecto a la prevención y disminución del delito a las que no se podría optar
simplemente con la actuación de las FCSE. A su vez, si la seguridad privada se
centra en lo que podríamos considerar microdelitos
o delitos de “baja intensidad”, los recursos que las FCSE tendrían que
desplegar para ellos se pueden destinar a la lucha contra los macrodelitos o delitos de “alta
intensidad” tales como el narcotráfico o el crimen organizado.
Este
efecto sinérgico de colaboración genera a su vez una sensación de “más
seguridad”, lo que en el ciudadano se transforma en una mayor percepción de
seguridad, o lo que es lo mismo, una
menor sensación de inseguridad.
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